Nuestros Valores

Toda organización que permanece a través del tiempo se basa en una profunda combinación de propósito, creencia y valores compartidos. Así nos sucede en la Iglesia del Nazareno. Nuestra iglesia se fundó para transformar al mundo diseminando la santidad bíblica. Somos una iglesia de la Gran Comisión y de santidad al mismo tiempo. Nuestra misión es hacer discípulos semejantes a Cristo en todas las naciones.

La vida presente y futura de la Iglesia del Nazareno está definida por su participación en la misión de Dios. Es, por tanto, una expresión de la iglesia de Jesucristo y una organización que se distingue no sólo por sus creencias, sino también por la manera particular en que contribuye al reino de Dios.

En la Iglesia del Nazareno identificamos los aspectos distintivos que con gozo abrazamos y celebramos. Con gusto ofrecemos nuestros tesoros más preciosos —nuestra misión, llamado, creencias y más altos valores—, como regalo a las generaciones venideras.

Oramos para que nuestros valores centrales continúen sirviendo como directrices a quienes tienen que abrirse camino entre las luces y las sombras de las décadas que están adelante.

Somos un pueblo cristiano

Como miembros de la iglesia universal, nos unimos a los verdaderos creyentes en la proclamación del señorío de Jesucristo y en los credos trinitarios históricos de la fe cristiana. Apreciamos nuestra herencia wesleyana de santidad y la consideramos la manera de comprender la fe verdadera de acuerdo con la Escritura, la razón, la tradición y la experiencia.

Somos un pueblo de santidad

Dios, quien es santo, nos llama a una vida de santidad.

Creemos que el Espíritu Santo desea efectuar en nosotros una segunda obra de gracia, conocida con varios términos incluyendo “entera santificación” y “bautismo con el Espíritu Santo” —limpiándonos de todo pecado; renovándonos a la imagen de Dios; dándonos el poder para amar a Dios con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerza, y a nuestro prójimo como a nosotros mismos; y produciendo en nosotros el carácter de Cristo.

La santidad en la vida de los creyentes se entiende más claramente como semejanza a Cristo.

Somos un pueblo misional

Somos un “pueblo enviado” que responde al llamado de Cristo y es capacitado por el Espíritu Santo para ir al mundo, a testificar del señorío de Cristo y participar con Dios en la edificación de la iglesia y la extensión de su reino

(2 Corintios 6:1)

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